No hay un momento óptimo para hacer una reforma tributaria. Lo ideal es que no sea una crisis que nos lleve a ella. Pero vivimos lejos de un mundo ideal. El problema es que ahora la población tiene más medios para oponerse y es evidente que la gente no ha comprado la idea de que el gasto está mejorando para justificar un aumento de los impuestos.
A pesar de que el Presidente Abinader fue muy claro y decidió no someter una reforma tributaria al Congreso el año pasado, cerrando la posibilidad de una gran reforma en este periodo constitucional, el tema sigue vigente en la opinión pública con argumentos a favor (pocos) y en contra (muchos).
Sobre este asunto se dicen muchas cosas. Pero casi todas alejadas de la evidencia. Veamos algunos argumentos que se utilizan en contra de las reformas tributarias.
¿Son inflacionarios los aumentos de impuestos? Es uno de los argumentos para oponerse a una reforma tributaria. La realidad, por supuesto, es muy diferente. No hay ninguna evidencia que respalde esto. De hecho, en periodos inflacionarios los aumentos de impuestos están indicados por varias razones: para reducir la demanda agregada y ayudar al Banco Central en su tarea de combatir la inflación; para reducir un déficit fiscal que puede ser un factor que esté contribuyendo a la inflación; o bien para estabilizar las finanzas públicas en momentos de una crisis de deuda, por citar algunas.
¿Qué dice la experiencia para el caso dominicano? La crisis de inflación y devaluación de 1990 motivó la discusión de la reforma integral de 1992. Durante la crisis bancaria se aumentaron los impuestos a partir del año 2003 y luego se hizo una reforma tributaria en 2004. Resultado: en ambos episodios los aumentos de impuestos ayudaron a estabilizar la economía y fueron un factor importante (aunque no el único) para romper el círculo vicioso de devaluación e inflación.
¿Y qué pasó luego de las cinco reformas tributarias implementadas entre los años 2005 y 2012? Ninguna causó inflación. Los brotes inflacionarios que vivió el país en 2008 y 2011 no estuvieron asociados a las reformas tributarias, sino, al igual que ahora, a choques de precios externos. Nada que ver con los impuestos.
Una de las voces más autorizadas en materia de política económica en los Estados Unidos, el profesor Larry Summers, dice que ahora, justo en medio del choque inflacionario que sufre ese país, es el momento de aumentar impuestos ya que eso ayudaría a: i) reducir la demanda agregada y restar presiones a los precios; ii) a una mejor distribución del ingreso, si los impuestos son progresivos; y iii) respaldaría a la Reserva Federal en su tarea de reducir la inflación.
Otro argumento que se utiliza para oponerse a una reforma tributaria es que impacta negativamente en la actividad económica. Nada más alejado de la evidencia. ¿Qué pasó después de la reforma de 1992? un largo periodo de crecimiento y estabilidad entre 1993 y 2002, solo detenido por la quiebra de tres bancos en el año 2003.
¿Y qué pasó en el periodo 2005-2019? Fue un tiempo de alto crecimiento, baja inflación y estabilidad macroeconómica en el que se hicieron al menos cinco reformas tributarias de importancia y otros cambios no menores en las leyes impositivas.
¿Se hacen reformas cuando hay crisis? La respuesta de que no deben hacerse es casi unánime en la población. Pero la evidencia dice otra cosa. Ahí están los casos de 1991-92 y 2003-04. Se hicieron reformas tributarias en medio de las dos crisis macroeconómicas más grandes de la historia. Es decir, las crisis hicieron inevitables las reformas o aumentos de impuestos. Pero luego de implementadas, sin dudas la mejoría en las cuentas fiscales ayudó a salir de esas crisis.
¿Se suben impuestos cuando no hay crisis? También tenemos evidencia. Ya pasó en el año 2000 y en algunas de las reformas que se hicieron entre el 2005 y el 2012. Razones distintas las justificaron, casi siempre muy válidas: bajar el déficit fiscal, estabilizar la deuda, la apertura comercial, corregir distorsiones en el sistema tributario, generar más recursos para aumentar el gasto y otras muchas más.
En resumen, no hay un momento óptimo para hacer una reforma tributaria. Lo ideal es que no sea una crisis que nos lleve a ella. Pero vivimos lejos de un mundo ideal. El problema es que ahora la población tiene más medios para oponerse y es evidente que la gente no ha comprado la idea de que el gasto está mejorando para justificar un aumento de los impuestos. O tal vez se creyó la idea de que el gasto podía bajar y que le iban a reducir los impuestos. Ahora el Gobierno tiene que desmontar esa narrativa. De lo contrario, la reforma se hará cuando la crisis sea inevitable. Y nada de esto quiere decir que las reformas tributarias no son dolorosas. Lo son y mucho. Pero se me acabó el espacio…