La decisión de suplir casi toda la energía que demanda el país (independientemente que se pague o no), aunque muy popular políticamente, está implicando un deterioro cada vez mayor en los indicadores de gestión de las empresas.
Magín J. Díaz
La designación de Celso Marranzini como presidente del Consejo de las Empresas Distribuidoras de Electricidad (EDES) tomó por sorpresa a muchas personas, pero a mí no. Ante la renuncia del anterior incumbente, la selección natural del sustituto debía recaer sobre alguien con experiencia en el sector.
En un artículo publicado el 3 de mayo de 2022, el Doctor Andy Dauhajre demostró que los errores cometidos en el primer año de gestión de Punta Catalina implicaron al país un gasto multimillonario.
Nadie del Gobierno pudo rebatir los cálculos y Don Celso tuvo que ir al rescate. ¿Pero podrá hacer lo mismo en las EDES? La respuesta es complicada. Si de personas y cambios se trata, estos tres años de Gobierno son una clara demostración de que ser competente no garantiza resultados en el sector eléctrico dominicano.
Desde agosto 2020 hemos tenido dos Superintendentes de Electricidad, tres Presidentes y tres Vicepresidentes Ejecutivos del Consejo Unificado de las EDES; dos Administradores de Punta Catalina y cuatro Administradores de EDESESTE. Y como coordinadores del Gabinete Eléctrico, a tres de los funcionarios más eficientes del entorno del Presidente.
Los datos publicados a noviembre del 2023 son elocuentes sobre la situación del sector:
- Las EDES presentaron un déficit de US$1,405 millones. Por cierto, la proliferación de paneles solares ya explica casi 100 millones de dólares de ese total (¡Tema para otro artículo!).
- En 2023, el precio promedio al cual las EDES compraron la energía se redujo de 17.1 centavos de dólar a 16.1; mientras que la tarifa promedio se quedó igual en 17.7 centavos. Aquí está identificado uno de los grandes problemas del sector: la tarifa promedio apenas cubre el costo de compra de energía. El Gobierno entonces tiene que cubrir todos los otros gastos de las EDES.
- Los gastos operativos son mayores al periodo Pre-COVID y, aproximando, el gasto en nómina y proveedores es similar o marginalmente mayor.
- La tasa de cobranza fue de 94%, inferior al 95% conseguido en 2021 y al 96.5% del 2019.
- Las pérdidas de energía aumentaron de 32.4% en 2022 a 36.1% a noviembre 2023. Este dato no es comparable con el 27% que se registró en 2019 porque ciertamente ahora se suple el 98% de la energía vs. un 90% en ese periodo.
Esto refleja que la decisión de suplir casi toda la energía que demanda el país (independientemente que se pague o no), aunque muy popular políticamente, está implicando un deterioro cada vez mayor en los indicadores de gestión de las empresas.
Es importante resaltar que la estrategia que siguieron EDENORTE y EDESUR entre 2010 y 2019 estaba dando resultados: mientras la disponibilidad de energía aumentó de 80% a 90%, las pérdidas de esas dos empresas disminuyeron de 33% a 23.5%. De hecho, justo antes de la pandemia, en marzo del 2020, las pérdidas de ambas empresas estaban ya en alrededor del 20%.
Los promedios, por supuesto, ocultan muchas cosas. EDENORTE va un poco mejor que las otras empresas. Y lo de EDEESTE es para llevarlo a los famosos casos de estudio de la Universidad de Harvard: mientras EDENORTE presenta pérdidas de 25.3% y EDESUR de 28.3%, EDEESTE presentó pérdidas de energía por un 53.6%.
El índice de recuperación de efectivo, el cual combina las pérdidas de energía y las cobranzas, se ubicó en 60.1%, el nivel más bajo registrado desde el año 2011.
Los datos más preocupantes, sin embargo, no son los presentados hasta ahora, sino el bajo nivel de inversión de las EDES. En efecto, la inversión promedio ejecutada en 2021-2023 es de unos US$ 140 millones anuales. Esto es casi un 50% menos de lo que invertían estas empresas antes de la pandemia (alrededor de US$ 260 millones por año).
Aquí se puede hacer una analogía con la inversión pública y el déficit fiscal: mientras una baja inversión pública se va a reflejar en algún momento en una menor tasa de crecimiento de la economía y un deterioro de la calidad de vida (por la falta de infraestructura), una menor inversión de las EDES evita que las empresas puedan combatir de manera efectiva las pérdidas de energía.
En otras palabras, la baja inversión ejecutada por las EDES en este cuatrienio, casi con certeza va a significar un déficit alto del sector en los próximos años. Es un círculo vicioso terrible: más inversión, significa más déficit en el corto plazo; menos inversión, significa más déficit en el largo plazo. Estamos atrapados.
Fuente: Diario Libre