Las reglas de gasto tienen sentido en economías donde el gasto público es ya es elevado y el crecimiento económico es reducido.
Magín J. Díaz
El Gobierno ha enviado al Congreso un proyecto de Ley de Responsabilidad Fiscal mediante el cual se pretende implementar una regla para el manejo de las finanzas públicas con el objetivo de reducir gradualmente el porcentaje de la deuda pública.
Las reglas contribuyen a crear disciplina y controlar las presiones de gasto. El Fondo Monetario dice que las “Reglas Fiscales ayudan a fortalecer los marcos fiscales, promueven la sostenibilidad de la deuda y mejoran la credibilidad de la política fiscal”.
El proyecto propone que el gasto primario (es decir el gasto del Gobierno excluyendo el pago de intereses) tenga un crecimiento anual de 3% en términos reales, o sea por encima de la inflación; y en adición pone una meta de deuda para el Sector Público No Financiero de un 40% del PIB para el año 2035.
¿Qué tan realista son las metas que se han planteado? Veamos un ejemplo sencillo: Si en los próximos 12 años la economía dominicana crece, en términos reales, a un promedio de 5% anual y el gasto primario al 3%, como indica la regla, el gasto primario como porcentaje del PIB pasaría de 14.8% a 11.7%. Esto sería insostenible, social y políticamente. Cuesta creer que este sea el plan del Gobierno.
Históricamente, el gasto primario ha crecido a un ritmo mayor al que se propone en el proyecto. Entre 2001 y 2022, creció a una tasa promedio superior al 7% anual en términos reales. Incluso durante el periodo pre-Covid (2013-2019), el crecimiento real anual fue del 4.5% en promedio. Entonces, ¿cuál es la viabilidad de limitar este crecimiento al 3%?
En adición, una reducción del gasto de esa magnitud es exactamente lo contrario a lo previsto en la Estrategia Nacional de Desarrollo y en el recientemente publicado Marco de Gasto de Mediano Plazo del propio Gobierno.
Aunque la regla fiscal propuesta puede parecer atractiva en términos de disciplina fiscal, las preguntas y preocupaciones que plantea son demasiadas y cruciales. Es esencial que el Gobierno tome en cuenta estos desafíos al considerar su implementación.
Por ejemplo, la propuesta no dice nada sobre el déficit fiscal, un factor crucial para la reducción de la deuda. Para alcanzar el 40% del PIB se necesita un superávit primario superior al 1% todos los años. Entre el año 2000 y el 2022 esto solo ocurrió en tres ocasiones. ¿Es realista esperar que se cumpla cada año de aquí en adelante?
Si el gasto se desploma como está previsto en el anteproyecto, entonces es posible cumplir con la meta de reducir la deuda. Pero si el gasto se mantiene en los niveles recientes, se necesitaría una presión fiscal superior al 17% del PIB para lograr el superávit primario requerido, lo cual no es realista con el sistema tributario actual.
Traducción: se necesita aumentar las recaudaciones y que dicho aumento se ahorre por completo y no se gaste, si queremos hacer la deuda converger a un valor menor.
Hay otras formas de que la deuda se reduzca: que la economía crezca al doble a partir de ahora, que las tasas de interés bajen al menos 30% durante los próximos diez años; o bien que el tipo de cambio se aprecie todos los años. Pero estos serían más bien escenarios de excepción.
Las reglas de gasto tienen sentido en economías donde el gasto público es ya es elevado y el crecimiento económico es reducido. República Dominicana es precisamente el caso contrario. Los números son claros: aproximadamente 75% de las economías avanzadas tienen reglas de gasto, pero solo una tercera parte de los países en vías de desarrollo la poseen.
El Gobierno ha logrado credibilidad en estos años. Y quiere ganar aún más, sobre todo con organismos internacionales y las calificadoras de riesgo, mediante la formalización de una regla fiscal. Pero si esta no es realista ni es transparente, puede perder todo lo que ha ganado.
Es pertinente recordar las palabras del economista Raúl Ovalle, quien hace una década, en su discurso de aceptación del premio del concurso anual de economía del banco central, pronunció una reflexión crucial sobre este tema: “La adopción de reglas fiscales NO necesariamente conlleva a mayor disciplina fiscal; su éxito requiere de un compromiso creíble de las autoridades y de arreglos institucionales conducentes a la transparencia del proceso presupuestario. El experto en finanzas públicas, Carlo Cotarelli, lo resumió de manera jocosa: las reglas fiscales son como los matrimonios: firmar el contrato no implica que te volverás más disciplinado…tampoco que no te puedas divorciar.”
Las reglas de gasto tienen sentido en economías donde el gasto público es ya es elevado y el crecimiento económico es reducido. República Dominicana es precisamente el caso contrario. Los números son claros: aproximadamente 75% de las economías avanzadas tienen reglas de gasto, pero solo una tercera parte de los países en vías de desarrollo la poseen.
Fuente: Diario Libre